Nuevo blogger

Desde el inicio de este año 2011, este blog pasa a escribirlo mi personaje más admirado, el jardinero. No es un ser irreal, pues tiene existencia en ese mundo que se halla más allá del tiempo y del espacio, en el Alam al-Mithal de los místicos sufíes, lo que Jung hubiera llamado el inconsciente colectivo.
Quién sabe, quizás sea él un ser real, y yo un personaje de su imaginación.
Grian

22 abr 2010

Esperanza


En relación con el último post de este blog, se dio un curioso cruce de comentarios entre dos de los seguidores del mi página en Facebook (Josep y Luna) y quien escribe. Valorando lo que había escrito yo en ese post, Luna decía en su comentario: “Creo que la palabra que ha utilizado Josep define el contenido: Esperanza…” Y, entonces, me vino a la cabeza algo que, en algunos de los momentos más difíciles de mi vida, se convirtió en guía y directriz de mis pasos.
Me refiero a una escena de la película “Excalibur” (1981), de John Boorman.

Para quienes, como yo, gustan del ciclo mítico artúrico y conocen el valor que tienen los mitos y los símbolos míticos en el desarrollo y la supervivencia de las culturas (consúltese a Joseph Campbell o a Arnold Toynbee), esta película sigue siendo, a pesar de su edad, un maravilloso canto a la naturaleza humana, en sus más bajas y en sus más altas pasiones, y un magnífico reflejo, materializado en una película, de los arquetipos del inconsciente colectivo de los que hablara Jung. Incluso los eruditos universitarios expertos en el ciclo mítico artúrico reconocen el valor de este film y su gran aportación a la maraña de historias que lo vienen conformando desde hace siglos.

Pues bien, en esta película hay una escena que, desde la primera vez que la vi, no ha dejado de conmoverme. Pero convendrá situarla primero en la narración:

El rey Arturo ha caído en un profundo letargo (podríamos decir una depresión) que está poniendo en peligro la supervivencia del reino y de sus habitantes. La tierra se ha hecho estéril, el pueblo pasa hambre, y los caballeros de Arturo, los Caballeros de la Tabla Redonda, deciden salir en busca de la única solución: el Santo Grial.

La búsqueda se prolonga durante muchos años, y en ella muere la flor y nata de la caballería de Arturo. Perceval, el más inocente y puro de los caballeros, tuvo al alcance el Grial en una ocasión, pero el miedo le hizo dar un paso atrás, y desde entonces se recrimina no haber culminado tan trascendental misión, la de devolver la vitalidad a Arturo y, con ello, traer de nuevo la prosperidad y la felicidad a todo el reino (la Tierra Desolada en el mito).

Quedan ya muy pocos caballeros, el reino está sumido en el caos, y vemos a Perceval con una larga barba y los cabellos largos y enmarañados, con su armadura oxidada y desvencijada, deambulando por los bosques, buscando todavía el castillo del Grial. Perceval se encuentra con Lanzarote, el mejor caballero de Arturo, que ha abandonado las armas y se ha convertido en un ermitaño enloquecido, y le ruega que siga buscando el Grial con él. Pero Lanzarote, en un ataque de furia, arroja a Perceval con su armadura al fondo de un río.

Es entonces cuando tiene lugar la escena que tanto me cautiva.

Las imágenes pasan entonces a cámara lenta. Perceval, debido al peso de la armadura, se está ahogando en el río. Desesperado, comienza a desenlazarse las correas de sujeción de los distintos elementos de la armadura, que vemos cómo caen lentamente hacia el fondo, hasta que, finalmente, con un escueto taparrabos, Perceval consigue sacar la cabeza del agua y dar una gran bocanada (en la foto). Y, cuando alcanza la orilla, completamente derrotado, abatido, sin fuerzas, con la cabeza colgando de sus hombros, sintiéndose fracasado, dice en un murmullo: “Sólo me queda la esperanza. Es lo único que tengo”.

En ese momento, una gran luz le ilumina. El castillo del Grial aparece de nuevo ante él, y esta vez entra, desnudo, sin armadura, a diferencia de la primera ocasión, en el lugar santo. Es entonces cuando consigue el Grial y le devuelve la vida al rey y a la Tierra Desolada.

 

A parte del profundo simbolismo de esta escena (la necesidad de la “desnudez”, de desprenderse de todo aquello que nos hace gravitar hacia lo más bajo de nuestras naturalezas, para poder devolverle la vida a la Tierra Desolada, tan desolada como nuestra actual Tierra), esta escena de “Excalibur” es un hermosísimo canto a la esperanza.

Al igual que cualquier otro ser humano, yo también me he encontrado en algunos momentos en mi vida en que me he sentido completamente derrotado, abatido y sin fuerzas, completamente fracasado. Y en esos instantes, esta escena de la película de Boorman ha venido a mi memoria inesperadamente, como un bálsamo mágico dotado de voluntad, capaz de acudir en auxilio de quien lo necesita. Esas palabras, “Sólo me queda la esperanza. Es lo único que tengo”, son las que me han permitido seguir adelante en esos momentos tan duros, tan difíciles, tan oscuros. Esas palabras me han dado fuerzas para dar un pequeño pasito más, y luego otro, a veces con los ojos arrasados en lágrimas, para poco a poco empezar a atisbar una tenue luz a lo lejos, y alcanzar finalmente la luz de un nuevo día en mi interior.

En lo individual, estas palabras pueden ser tu tabla de salvación en tus momentos más amargos. Pero no me quiero limitar aquí a lo individual.

Desde un punto de vista colectivo, ante la imagen de la Tierra Desolada que se extiende a nuestro alrededor, quizás llegue el día en que sintamos que nos hemos quedado sin fuerzas, que estamos profundamente malheridos, que hemos fracasado, que hemos sido abandonados a nuestros destino, que los que están destruyendo la vida en la Tierra están venciendo definitivamente la batalla. Si llega ese momento, por favor, no olvidéis lo que os he contado aquí; o, mejor aún, buscad ya una copia de “Excalibur” y guardad en vuestro corazón para siempre esa mágica escena que tanto puede ayudarnos llegado el momento.

Mientras nos neguemos a rendirnos, seguiremos teniendo la esperanza de ver finalmente el mundo soñado a nuestro alrededor. Quizás, entonces, se nos aparezca el castillo del Grial en lo más profundo de nuestro corazón colectivo.

3 comentarios:

  1. Luna Montes Eremita27/4/10, 9:20

    La armadura de Perceval simboliza todos los obstáculos que nos impiden percibir algo que en realidad no pesa, algo que nos abre las puertas a una brillante realidad y aun esplendoroso futuro: la Esperanza. Creo que está tan unida a nosotros que no nos percatamos. Debemos tener conciencia de que nacimos con ella y de que es el único ropaje con el que podemos vencer.

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  2. Me gusta tu blog es interesante ^^

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  3. Gracias, Neith, y perdona tanto retraso en responder, pero las actividades del Proyecto Avalon me tienen absorbido y no tengo tiempo para los blogs. Un saludo.

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