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Desde el inicio de este año 2011, este blog pasa a escribirlo mi personaje más admirado, el jardinero. No es un ser irreal, pues tiene existencia en ese mundo que se halla más allá del tiempo y del espacio, en el Alam al-Mithal de los místicos sufíes, lo que Jung hubiera llamado el inconsciente colectivo.
Quién sabe, quizás sea él un ser real, y yo un personaje de su imaginación.
Grian

22 dic 2009

En las orillas del tiempo


"Desde que llegué a esta playa, tres palabras asaltan mis pensamientos cada vez que rebusco entre los espejismos de mi soledad, tres palabras con las que parecería que algo, o alguien, pretende poner las cosas en su sitio dentro de mí: 'Tú no importas'.

Las escuché en mi interior en el primer paseo que di por estas orillas, hace ya tres meses; y, de cuando en cuando, vuelven a escurrirse por entre los velos de mi conciencia, como un amigo inoportuno que intenta hacerte recordar aquello que, bien lo sabes, no deberías haber olvidado. Al fin y al cabo, esas tres palabras vendrían a ser el sumario de lo mucho o poco que pude concluir durante el tiempo que estuve en el desierto intentando recomponer mi vida.

'Tú no importas'.

Suenan en mi interior insistentemente, para interrumpir mis reflexiones, para mitigar mi llanto, para hacerme sentir estúpido en mi amargura, para recordarme que, una vez, hace ya mucho tiempo, decidí consagrar mi vida a algo muy diferente de mí mismo.

'Tú no importas'.

En los días más sombríos de mi alma, cuando, cabizbajo, busco un rincón entre las rocas, junto a las olas, cuando las lágrimas acuden a mis ojos y se me quiebra el pecho, esas tres palabras me devuelven a la realidad última:

No importan las olas, fugaces prisioneras del mar, que, intentando prolongar su ilusoria existencia individual, no pueden más que morir ahogadas en la arena. Sólo el mar importa, por siempre uno, dueño de olas y mareas.

No importa la ola, sino el océano que la anima, y el cometido que éste le encomendó cuando se aproximaba a las sombrías playas del tiempo."


Es éste un fragmento de un libro que comencé a escribir en 2002, poco antes de escribir La rosa de la paz, pero que, a diferencia de éste, no lo terminé. Era el fruto del mismo dolor, y el mismo desenlace, que dejé traslucir en el relato central de La rosa de la paz, en un tiempo que pasé viviendo junto a un pequeño puerto y una playa de Valencia.

He sentido que debía compartirlo con vosotros.


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